EL QUE BUSCA ENCUENTRA

jueves, 31 de enero de 2013

Entrevista con Joan Blázquez (parte I)


Las cosas de la vida. Que te llevan de un lado a otro. 
Se cierran puertas y se abren otras.
La entrevista que van a leer a continuación, está publicada en un emprendimiento digital que estoy realizando para la provincia de Tarragona que es el lugar donde vivo.

Se llama Via Tarraco y es una App disponible para móviles iPhone y Android.
Un experimento editorial realizado para este tipo de plataformas que promueve la cultura, el turismo y el comercio de la provincia de Tarragona. 

Vivir aquí... Ay! tiene un clima y una historia impresionante. Estoy al lado de monumentos arqueológicos que jamás pensé que iba a tocar. El mediterráneo aquí con sus miles de colores azules, sus piedras, la caligrafía romana de las piedras, museos, arte, gastronomía y su gente me atrapan. Por algo los romanos eligieron este lugar.

Por ese algo mío de agradecer, es que estoy haciendo esta revista. Es una forma de mostrar mi mirada en el lugar donde vivo. El lugar donde tambien se crían mis hijos con sus tradiciones y sus costumbres. Una forma de integrarme a la sociedad donde habito ya que la escribo en catalán. 
Intento escribirla en catalán y me cuesta un huevo hablarlo. Estoy aprendiendo. Pero para hablarlo estoy a años luz. Es un tema de timidez. Hablás mal y te cambian el chip acá.
El texto lo corrigo mil veces y lo sigo corrigiendo. Me putean y con razón. Perdón. Y me lo tomo en serio. Pero no podía hacerla de otra forma que en su idioma tantas veces castigado. 
Y lo entiendo.
Yo soy argentino hablante. Lo digo así porque el porteño ese del che y del boludo y del castellano antiguo con el vos, es complicado de quitármelo. Y mezclo palabras en catalán y argento y me mezclo. Porque eso es lo lindo de integrar culturas.
Como si estuviera al borde de un Castell humano.
Es un pequeño homenaje que le doy a esta tierra.

Emprender es difícil pero siempre se abre la posibilidad de poder experimentar con nuevas tecnologías y combinarlas contando historias. 
Historias de la cultura y el arte, y sobre todo, de gente que crea todos los días y vive donde yo. 

En este post les presento a Joan Blázquez que es artista, joyero, artesano. Un escultor también. Tiene un estilo muy fuerte. Una mirada muy particular.
A veces me hace acordar a Giger en algunas detalles de las joyas que crea. Otras veces a Miguel Angel con sus esclavos inhacabados. Un creador inconformista que no para de hacer cosas.

Como me gusta hablar con la gente que crea, y que aporta a la cultura, me pareció que es bueno contar de su historia. 

Supongo que muchos ya lo conocen.
Yo me di el lujo de conocerlo y hablar personalmente y me pareció este un buen espacio para compartirlo. Ya se que no tiene nada que ver de publicidad. Pero la creación y el proceso que lleva a alguien a hacer cosas bellas pienso que es lo mismo para cualquier rama del diseño.

Y poder hablar con gente que está viva y compartir esa mirada, mejor.
Espero que lo disfruten.

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El Blázquez de Tarragona


Aquí en Tarragona todo el mundo sabe quien es ‘El Blázquez’. Así a secas lo llama la gente.
Tarragona es un pueblo disfrazado de ciudad y la forma de llamarlo así tiene mucho de pueblo. El de la calle tal, el escriptor, el Pep y... El Blázquez.

Artista, joyero, artesano con un estilo muy personal e inconfundible, quedan muy pocos como él tan fieles a un estilo propio.
Lo llaman además, el ‘Dalí de Tarragona’. Mucho no estoy de acuerdo con esa denominación. Es el Blázquez de Tarragona y punto. Tiene su historia, su lugar y su impronta.
Sus joyas no tienen un tiempo definido, tampoco persiguen modas, están por delante o detrás de ellas.

La entrevista que nos ha concedido, la publicaremos en diferentes capítulos. De hecho se hizo también así, porque la primera parte se realizó días antes de la fiesta mayor y hablamos como unas dos horas.

Un mes más tarde, le hicimos la producción de fotos y lo mejor de hacer una entrevista así, es que he podido ser testigo de la progresión de algunos encargos y diseños que estaba realizando en ese momento que eran: El sagrario para la Iglesia de Sant Joan de Tarragona y el diseño del nuevo bolígrafo de la colección Commandeur que ya ha presentado en sociedad.

La cita fue en la misma tienda, en el número 22 de la calle Major, muy cerca de la Catedral que a propósito, es muy Blázquez. La vida de Joan y la Catedral van de la mano. Su vida está muy ligada a ella como podrán ver en muchos detalles de las joyas que hace.


La Catedral de Tarragona está omnipresente en toda su obra. 
La tienda tiene un aire modernista. Todo el frente lo diseñó el. Al entrar al local es como si el tiempo se hubiese detenido en un momento, como si allí existiera realmente una máquina del tiempo. Sus joyas en vitrinas de cristal y madera iluminadas, papel color verde en las paredes y lámparas con cierto aire art nouveu. De remate en un rincón, el busto de Blázquez con gafas, que nos mira.

Espero a que me llamen y antes, observo su foto, con ese aire enigmático, con su bastón el cabello blanco que recorta el fondo negro, parece un mago. Me intimida. Voy con cierto cagazo a la entrevista.

Pero cuando veo a la persona que me abre la puerta de su estudio que justo está encima del local, lo intimidante se desvanece enseguida. De gran trato y buenas maneras, delgado, menudo, con una espalda súper recta que me sorprende porque generalmente la gente que trabaja sentada haciendo este tipos e trabajos andan todos encorvados.
Le gusta conversar y enseguida hablamos de los trabajos que estaban repartidos en sus mesas. No se si son los años, pero tiene una paciencia de buda increíble. Fui testigo de cómo lo machacamos en la producción de fotos.



Crear en tiempos revueltos

Cuando me recibió, tenía la TV encendida y en ese momento, se estaba corriendo la vuelta ciclista. Blázquez se había dado cuenta que ese día descansaban y en su lugar estaban pasando la novela Amar en tiempos revueltos.
Yo no la sigo, pero que cuando la daban en La 1 (TVE), la escuchaba como un programa de radio ya que el programa iba luego de las noticias. Y como me dejaba la TV encendida, escuchaba la música y la voz susurrante de los actores que me relajaban para trabajar. Ahí en esa novela hablan bajito, susurrando ¿En la época de Franco se hablaba bajito?

–¿Le gusta la novela? ¿La de los susurros?

–¿Cual? ¿Esta? Ah... Me da un poco de un poco mal rollo esta novela porque habla de una época que yo la he vivido y hay momentos que indigna porque esto era así, cuando ves la época del Franquismo… ¡que poder tenía esa gente! No eras nadie allí entre ellos. Hacían lo que querían con la gente. Como pasa en todas las dictaduras.

–Empezó de muy pequeño a trabajar

–Yo la joyería la conocí de casualidad. Por no querer estudiar. No me gustaba estudiar y desde muy pequeñito siempre he hecho cosas, hacía tallas de madera y las vendía, hacía lamparillas de barro, esas tipo romano para buscarme la vida.
Hacía de monaguillo para ganarme un dinerito porque en mi casa no había dinero ni para comprar un juguete. Entonces me los inventaba yo, aparte de que disfrutaba haciéndolos.
Hasta el punto que hoy día me da la sensación que sigo siendo como si fuera aquel niño que hacía cosas y disfrutaba, ahora me pasa lo mismo con el oficio.

–Ya tenía ese don para hacer cosas pero ¿quién le enseñó?

–Yo veía a unos tallistas que para llegar al turismo, el primer turismo que venía aquí en esa época, vendían cosas imitación al románico y las hacían en la calle frente a cada tienda, con una mesa y sus herramientas, trabajaban para que el turista lo viera allí tallando y eso la verdad, era un gancho que llamaba mucho la atención.

Yo pasaba horas de pie mirándolos como tallaban. Aquello de entre que aprendes de lo que hacen o que quieres adivinar lo que harán, dices: ahora cogerá aquella herramienta, ahora esto, esto lo quitará con la mano, y bueno total que yo flipaba, me preguntaba ¿cómo es posible que haya gente que pueda hacer esto tan bonito?

Y bueno ya me iba a casa, cogía un tabloncito de madera y para Reyes, a mi padre le pedí que me comprase un juego de gubias para tallar. Debía tener 11 o 12 años.
Me lo compró y a partir de ahí, empecé a hacerlo. A tal punto que vendí unas tallas que hice y me dieron 800 pesetas que es lo que me costó una bicicleta. ¡Con el precio de una talla me compré una bicicleta!
Y una bicicleta que tenía cambio de plato, cambio de piñón que en aquella época era una buena bicicleta.
Total que también hacía lamparillas de barro que me la compraban comerciantes para venderlas ellos. Anticuarios, alguna casa de objetos regalo de cara al turista. Igual te vendían una bailarina como un torero, ¿sabes? Aquello típico que los turistas compraban. En aquellas horas todo eran toreros, bailarinas, banderillas.

Entonces quise dejar de estudiar y mis padres me hablaron casualmente que había un taller de joyería que necesitaba un aprendiz. Yo jamás había pensado en ser joyero. Ni sabía en qué consistía en ser joyero.

–Pero que pensaba ¿que iba a ser artista, que iba a ser un pintor, escultor?

–No, eso lo pensé como un sueño inalcanzable. Como una cosa que no ocurriera nunca ¡Qué bonito sería! ¡Ser artista y vivir del arte! Veía las esculturas y las pinturas de la Catedral y pasaba horas mirando los pliegues de las figuras. Era como algo más allá de lo real.
Tener el Don de hacer eso era casi un imposible. Lo veía algo milagroso casi.
Entonces cuando empecé a hacer las primeras tallas y veía que iba saliendo, pensé, ¿porqué no? Pensé que tendría un oficio como mi hermano mayor, de electricista, fontanero. Alguna cosa así y gracias.

–Y sus padres ¿que decían?

–Yo recuerdo que no me ponían ningún inconveniente. Al contrario, me compraron aquellas herramientas. Recuerdo que mi padre le enseñaba a sus amigos mis cosas y decía: mira esto lo ha hecho mi hijo. Y claro yo estaba allí y veían a un crío. Y decían: ¿él? ¡Lo has ayudado tu! y les decía: No, ¡sólo él lo ha hecho! Y los otros se quedaban como que no se lo acababan de creer.
Y entonces yo empezaba casi a creerme que yo podía valer para hacer eso.
Cuando salió esa plaza de aprendiz para un taller de joyería, dije, ya que tengo que hacer alguna cosa voy a probarlo y fue entrar al taller y mirar lo que estaban haciendo ya que siempre fui muy curioso con cualquier oficio, y de pronto acabé de descubrir el oficio de mi vida porque lo que se puede llegar a hacer con esto es algo increíble.

–¿Eran todos niños aprendices como usted tutelados por un maestro?

–Había el Jefe de Taller, que para mí era grande, claro yo era niño y el tendría 40 años y luego otros de 18 años, 20 años. Mayores que yo. Lo vi enseguida. Yo con esto puedo hacer lo que quiera.
Claro, en el oficio había que tener manos para hacerlo y con la trayectoria que llevaba ya de crío de hacer cositas eso ya se me daba.
Pero luego tu tienes que inventar, tienes que crear. No sólo para crear diseño sino incluso técnicamente. Tienes que ser un micro ingeniero.
Porque hay cosas que no las haces porque no está la herramienta para hacerlo y además te tienes que inventar la herramienta.

En este taller el aprendiz tenía que hacer los recados, barrer, hacer cositas, lo que me dejaban hacer. Total que con 15 años me monté mi propio taller en casa y dije: ahora haré lo que me da la gana.

–Y dejó el taller...

–Y fui a buscar trabajo a las joyerías para pagarme las herramientas que había comprado y enseguida me dieron trabajo, al principio de a poco, cosas fáciles a tal punto que al final me daban a mí lo difícil para hacer.

Mesa con varios moldes en el taller de Blázquez

Molde para el Sagrario de la iglesia de Sant Joan. Las plastilinas de colores eran porque se quedaron si color blanco.
Miren la diferencia entre el molde y el original.
Miren la espalda recta de Blázquez. Ni yo estoy asi.
Molde de una medalla del concurso de Castells.

–¿Y cómo fue creando su estilo? ¿Ha tenido algún maestro o referente?

–Con haber visto como se hace algo en el casi año que estuve de aprendiz, ya me dio tiempo para ver todo. Entonces ya sabía todo lo que se tenía que hacer.
Incluso yo tengo una teoría que aún la mantengo. Una persona que no sea capaz de hacer algo sólo mirando, es que no será capaz de manejar ningún tipo de oficio. Luego claro, viene la práctica.
Pero mirando se aprende.
Cuando monté mi taller la mesa de orfebrería la diseñé yo, a la serrería que les pedí los cortes les llevé los planos de la mesa. Yo era un niño y me veían como tal.
Y nunca trabajé de carpintero. He visto trabajar a un carpintero o había visto un mueble y ya sabía como se tenía que hacer.
En la joyería tienes que saber limar, darle un gesto especial a la lima, saber serrar muy bien, saber soldar. Hay que aprender a soldar cosas pequeñitas y repartir el fuego de una manera especial si son piezas de diferente grosor.
De pequeño había ayudado a mi hermano que era fontanero y el hacía soldaduras en plomo que no era nada fácil.
También fui a una escuela de maestría donde se aprenden oficios y conseguí hacer lo que yo quería. Yo estaba en preparatoria y en esa época tocaban un poquito de cada oficio, electricidad, carpintería, hacer planos y todas esas cosas. Yo ya sabía hacerlas porque las había aprendido de mi hermano.
Y entonces yo cogía una madera y les preguntaba: ¿puedo hacer un Cristo?  

Y a mi me dejaban hacer el Cristo! jaja!

–Ya le veían algo diferente...

–Lo que no podía aguantar yo es esa norma tan sosa.
 

–Era una época dictatorial ¿no? Cómo hacía para ser libre con todo eso?

Ya me llamaban ‘el inventor’ Yo iba al colegio con juguetes. Por ejemplo veía una película de romanos donde había catapultas y yo me las hacía y las llevaba al colegio. Los profesores veían eso.
El primer patinete de dos ruedas me lo hice yo con ruedas de un cojinete.

–¿Cómo era Tarragona en esa época? ¿llena de curas?

Curas, militares, ferroviarios y portuarios y en esta zona veías algún Payés. Recuerdo que en la calle Caballeros venían con el carro que guardaban allí.

–¿Y la vida era mejor?

La vida era distinta ¿Sabes que pasa? Las personas nos amoldamos a todo. A mí me gusta viajar e ir a algún lugar donde hablan mi idioma en catalán o castellano. Por desgracia no hablo otros idiomas...
A mí me gusta enrollarme con la gente y que me cuenten su vida y todo eso.
Yo a un sitio que he ido mucho es Cuba que me recuerda mucho mi infancia. La forma en que viven allí. Y te das cuenta que para ser felices no les hace falta mucha de las cosas que tenemos. 
¿Yo de niño sabes con qué juguete fui feliz? Un gran sommier antiguo que dejaron en mi casa y estaba en el patio de la escalera.
Lo cogí un día por la tarde con mi hermano y lo llevamos a las escaleras de la Catedral. Vivíamos al lado de la Catedral. Y poníamos el sommier como un catamarán, nos subíamos varios y nos lanzábamos por las escaleras con el sommier!
Eso era el mejor juguete del mundo. Y no veas la cola de niños que se hacía. ¡Yo como era el dueño del catamarán subía siempre! jaja!
Una de las cosas que vi en Cuba una vez en una carretera me detuve a ver un camión con mucha gente detrás y de pie. Me daba la sensación como los reportajes que uno veía en televisión cuando la gente huía en camiones de la guerra.
Y yo pensaba: a lo mejor irán al campo a trabajar. Pero no, en un parador observé que la gente bajaba de esa caja del camión para comerse sus bocadillos y reían.  Y en realidad se lo están pasando la mar de bien.  Y luego me enteré que la gente viaja por toda la isla para ir a ver a sus familias y si han tenido la suerte de encontrar un camión se suben y encantados. Incluso con lluvia y todo.
Aquí pagamos dinero para hacer barranquismo y darnos trompazos. La vida, ¿qué es mejor o peor?
Lo que no se puede soportar es la dictadura. Tener miedo a un policía.

–¿Hablaba catalán a pesar que estaba prohíbido?

–Aquí estaba prohibido hablar el catalán. Sí, pero te podían llamar la atención. En un lugar oficial ni pensarlo.
Se hablaba en las casas. Permitían hablar catalán en la intimidad familiar. Como un favor que te hacían. Pero a la más mínima te decían: –Oiga hábleme en cristiano.
Aún cuando por ahí dicen Catalunya se ha gastado tantos millones por lo de la lengua. Pero tu sabes que esta lengua es de aquí y ha estado perseguida. Es como no lo entiendes.
Es una lengua que es más antigua que el castellano. Tiene más historia. Catalunya tiene 2.000 años de historia.
Una cosa que ha estado prohibido. Podían llamar a la policía si hablabas en catalán. 



///// Si te gustó esta entrevista espera hasta mañana que sigue la segunda parte. (Y si... cuando hablo con los artistas me quedo mil horas)

martes, 8 de enero de 2013

// LA VIDA ES UN CARNAVAL

Ha llegado el 2013. Como todos los años al final de la noche vieja junto a nuestros seres queridos, nos metimos a la boca las 12 uvas al ritmo de TVE, a lo bestia atragantándonos. Levantamos la copa, nos emocionamos y renovamos nuestros deseos que no son diferentes a lo que pide todo el mundo dependiendo de sutilezas.
Muchos de ellos en general son tener o mantener una buena salud, atesorar el amor y cariño de nuestros seres queridos para que siga siempre en alza y, al menos, que el trabajo que tengamos permanezca durante el año. Sobre todo: que haya más trabajo.
Por eso brindamos otra vez, hacemos un brindis plus para pedir por todos aquellos que en el año que pasó, han perdido su trabajo para que sea lo primero que les llegue.

Para los que trabajamos en publicidad y diseño, el 2012 fue un año bastante dispar dependiendo de la región donde vivimos, con spots que en muchos casos apelaron a lo emocional, a buscar lo mejor que tenemos (un poco hable de ello en el post anterior: Publicidad en tiempos de crisis) pero esta vez con un mensaje positivo. Como afirma el estimado José Carlos León: ‘La publicidad puede salvar el mundo’ en su último post. Creo también que la publicidad puede hacerlo muy bien como testigo del tiempo que vive, adaptándose a las circunstancias, otorgando un valor agregado y encima comunicar un mensaje alentador para que la gente pueda seguir creyendo en algo. ¿Vendedores de sueños? Tal vez. Pero materializar nuestros sueños forma parte de nuestro instinto de supervivencia.

Porque ¿que sería de la publicidad si no nos sabemos vender bien? ¿Si no nos vestimos bien para ir a una entrevista?
Aunque muchos no lo sepan, todos los días tratamos de vender lo mejor de nosotros mismos porque sabemos que la oportunidad está a la vuelta de la esquina.

Tal vez estemos un poco quemados, baqueteados, repetidos o mediocres, pero francamente ¿a quién no le pasó que una mañana frente a frente al espejo se dijo? Necesito un cambio.

Y eso es mi mensaje de arranque de este año y mi deseo. Un cambio. Si esta es la que toca cuando se vienen momentos de crisis (y hablo de cualquier tipo de crisis y no sólo de la económica que es la que nos agobia ahora) es el mejor momento de avanzar pateando el tablero. Listo. Lo que funcionó antes y ahora no, Adiós. Pero hay que cambiar. Adaptarse y cambiar.

A mi me gusta la música. Y siempre me acompaña en los momentos creativos. Y que mejor para cambiar mirándose en el espejo mientras nos peinamos, acicalamos y perfumamos, acompañados de una buena canción para darnos un poco de subidón y levantar el ánimo. Ahora mismo me repiquetea en la cabeza la canción La vida es un carnaval que canta Celia Cruz y como una cosa te lleva a la otra, y si de carnaval hablamos, les regalo este diseño edición limitada para la marca 7UP que me envió el estudio Pierini Partners para arrancar un poco con otra onda este año.
Oh oh oh ahhhh, no hay que llorar, que la vida es un carnaval... ¿bailas, 2013?